Club Internacional Taurino
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Aldeadávila, donde aún se paladea la esencia de la Tauromaquia.

Aldeadávila de la Ribera es un pequeño núcleo de población, aunque el mayor de la zona, enclavado en la comarca de Arribes del Duero en el noroeste de la muy taurina provincia de Salamanca. Todos los años, desde hace varios siglos, con motivo de su patrón, el apostol San Bartolomé, la población se transforma y la tauromaquia y las tradiciones reviven cada año en la recta final del mes de agosto, cuando se celebran sus Fiestas del Toro.

Su reducida plaza sirve de coso taurino y de centro neurálgico de la mayoría de las de las actividades y actuaciones que tienen lugar durante los ocho o diez días dedicados a las Fiestas del Toro, como se conoce a estas fiestas patronales.  Esta pequeña y singular plaza montada con barrotes verticales y acoplada a los edificios que la circundan, tiene algo especial para quienes torean en ella. Quienes la pisan por primera vez, pueden pensar que han retrocedido varios años en la historia, pero cuando salen de ella el comentario general es: “quien torea en esta plaza nunca se olvida de ella”.

Con motivo de un cariñoso homenaje que tributó la localidad al maestro don Santiago Martín “El Viti”, comentó que para él esta plaza tenía un valor especial, porque en ella fue donde cobró su primer dinero por torear y exhortó a sus vecinos a conservar este coso tan especial.

Aparte de los espectáculos de recortes, suelta de vacas y clases prácticas de las Escuelas Taurinas, los encierros a caballo son también parte fundamental de estas fiestas. Comienzan sobre las ocho de la mañana con el “apartado” de las reses que se han de lidiar por la tarde, -tradicionalmente el día veintidós de agosto se desembarcan en el Prado de los Toros todas las reses que han de lidiarse durante el ciclo de novilladas; un espectáculo al que asisten varios miles de personas-  sobre las nueve de la mañana los novillos anunciados para esa tarde, arropados por los bueyes, inician al paso un recorrido de casi tres kilómetros, en una estampa campera inolvidable, en la que, con las reses y jinetes, se mezcla multitud. Cuando entran en la población, las campanas de la iglesia suenan con toda su intensidad para alertar a la población y las reses, azuzadas por los jinetes, inician una veloz carrera hacia la plaza, donde sólo los más valientes y los mejor preparados físicamente aguantan el ritmo de la carrera.

El respeto a las tradiciones y la continuidad, desde tiempo inmemorial, de los festejos taurinos, han mantenido una creciente afición entre los habitantes de la localidad y actualmente existe una Asociación Cultural Taurina, de reciente creación, que organiza multitud de eventos taurinos y desde el siglo pasado la peña La Taurina ha tenido varias iniciativas que han contribuido a mejorar y perpetuar estas tradiciones. Entre otros actos viene organizando desde 1997 los ya tradicionales premios taurinos de las Fiestas del Toro, que se entregan en los primeros días de febrero, y en los que además del capote de brega, destacan los trofeos, obra del artista local Guzmán Pascual, que son verdaderas obras de arte.  Precisamente en esos primeros galardones de las Fiestas del Toro de 1997 fueron premiados Oscar Ramos, posteriormente banderillero, y David Fandila “El Fandi”, matador de toros.

Han sido muchos los que, habiendo dado sus primeros pasos taurinos en esta plaza, han llegado al escalafón superior o se han convertido en extraordinarios subalternos, como: El Viti, Andrés Vázquez, Niño de la Capea, Cesterito, Julio Norte, Juan Diego, Pepe Luis Gallego, Alberto Revesado, Arturo Saldivar, Alberto Durán, Octavio García “El Payo”, Juan del Álamo, Francisco José Espada, el venezolano Cristian Valencia, el mexicano Fermín Espinosa “Armillita”, el venezolano Manolo Venegas, el almeriense José Cabrera, el mexicano Isaac Fonseca, o Alejandro Mora, que tomará la alternativa el próximo día 3 de septiembre en Francia.

En la programación de festejos de estas fiestas vemos: el veintiuno por la mañana, encierro y desencierro a caballo, con los bueyes que han de acompañar a los novillos; por la noche capea nocturna con suelta de vacas para los aficionados locales; el día veintidós desenjaule en el Prado de los Toros; al día siguiente, por la mañana clase práctica con novillos de Ignacio López-Chaves para los alumnos de la Escuela Taurina de Salamanca Julio Norte, Álvaro Rojo y Noel García; del día veinticinco al veintiocho, totos los días, por la mañana encierro y por la tarde novillada con reses de las ganaderías de Andoni Rekagorri, Valrubio, Valdeflores e Ignacio López Chaves, para los novilleros: Pedro Andrés, natural de la ciudad de Vitoria, afincado en Salamanca, triunfador en las Fiestas del Toro de 2022;  José Arturo Sierra “Arturo Cartagena” nacido en Cartagena de Indias, perteneciente a la Escuela Taurina CITAR de Guadalajara; El salmantino Manuel Tabernero de la Escuela de Salamanca; el francés Lenny Martins, perteneciente a la Escuela de Badajoz, Cristobal Arenas, nacido en Pachuca, de la Escuela Taurina de Salamanca, aunque sus inicios fuero en la Escuela Hidalguense Jorge Gutiérrez; Iker Fernández Aliaga “El Mene”, nacido en Zaragoza y perteneciente a la Escuela de Salamanca; Daniel Sánchez, natural de la localidad salmantina de Alba de Tormes, hijo del subalterno conocido como “El Charro del Tormes”; Salvador Herrero, adscrito a la Escuela Taurina de Salamanca, pertenece a la dinastía torera de los Herrero, nieto del picador que llevó su mismo nombre, lamentablemente fallecido hace unos días.

La belleza y la brutalidad de la naturaleza, con toda su fuerza, en la muerte de un toro bravo.

¡Qué espectáculo más bello y más triste a la vez!


Mara Mayoral nos recibe en la preciosa finca El Alcorncal, que la familia Mayoral tiene dentro del Parque Natural de Monfragüe (Cáceres). El día se presenta estupendo, con un sol radiante, sin excesiva temperatura y un campo con todo el esplendor de la primavera. El grupo de amigos, junto con la ganadera nos acoplamos en el remolque del tractor que tenía preparado para que pudiéramos disfrutar de la visita a la finca y acercarnos a los toros sin peligro. Pasamos delante del cercado de los sementales que parecían un poco inquietos, pero al llegar a la altura de los erales ya empezamos a notar que algo raro estaba ocurriendo. Aun así, continuamos nuestro recorrido, pero pronto pudimos ver y oír las carreras, mugidos y bramidos de los utreros. En nuestro recorrido,  alcanzamos a ver un toro inmóvil, tumbado, comido por las moscas, sin poderse levantar por las cornadas de sus compañeros de camada. Nos explican los dueños que éste precisamente era el más fuerte de la manada.  Ha tenido que pagar su tributo; antes era él quien pegaba a los demás, pero se han unido todos contra él y están a punto de acabar con su vida. Si aguanta y no pelea, continuará viviendo; si les hace frete irremediablemente lo matarán. Mientras permanezca tumbado no harán por él, pero si se levanta para pelear morirá.

No alejamos del lugar con la pena de ver un animal tan bello como un toro de lidia indefenso y sin posibilidad de ayudarle. Al distanciarmos un poco más, seguidos por algunos de sus compañeros de camada, y ante la distracción de estos últimos, se levanta el moribundo y emprende veloz carrera perseguido por sus compañeros y consigue librarse lanzándose a una enorme y profunda charca. La belleza del animal herido nadando en el centro de la charca para intentar llegar a la orilla es algo inolvidable.  La estampa de ese animal, que segundos antes estaba casi agonizante, nadando para salvar su vida, rodeado por sus hermanos de camada esperándole en la orilla para matarle si consigue salir, impresiona por su belleza y entristece por la dureza del ciclo de la vida.

Finalmente, el herido consigue acercase a la orilla y tumbarse en lugar seguro dentro del agua vigilado por sus hermanos. Todos estábamos deseando que permaneciera allí, que recuperase sus fuerzas y no se enfrentase a la camada. Tampoco parecía tener fuerzas para ponerse de nuevo en pie. Pero nos equivocamos. De pronto me sentí como un picador esperando al toro que se arranca desde el centro del ruedo. Un galope elegante con una fuerza impresionante dio paso, antes de que mis compañeros de viaje se dieran cuenta de nada, a un enorme topetazo con el remolque, levantándole del suelo más de 20 centímetros.

Todos salimos de la finca pensando en el futuro que le esperaba a ese toro, todos queríamos encontrar alguna solución para salvar su vida, lamentablemente durante nuestro viaje de regreso nos enteramos que finalmente lo habían matado sus propios hermanos.