La belleza y la brutalidad de la naturaleza, con toda su fuerza, en la muerte de un toro bravo.
¡Qué espectáculo más bello y más triste a la vez!
Mara Mayoral nos recibe en la preciosa finca El Alcorncal, que la familia Mayoral tiene dentro del Parque Natural de Monfragüe (Cáceres). El día se presenta estupendo, con un sol radiante, sin excesiva temperatura y un campo con todo el esplendor de la primavera. El grupo de amigos, junto con la ganadera nos acoplamos en el remolque del tractor que tenía preparado para que pudiéramos disfrutar de la visita a la finca y acercarnos a los toros sin peligro. Pasamos delante del cercado de los sementales que parecían un poco inquietos, pero al llegar a la altura de los erales ya empezamos a notar que algo raro estaba ocurriendo. Aun así, continuamos nuestro recorrido, pero pronto pudimos ver y oír las carreras, mugidos y bramidos de los utreros. En nuestro recorrido, alcanzamos a ver un toro inmóvil, tumbado, comido por las moscas, sin poderse levantar por las cornadas de sus compañeros de camada. Nos explican los dueños que éste precisamente era el más fuerte de la manada. Ha tenido que pagar su tributo; antes era él quien pegaba a los demás, pero se han unido todos contra él y están a punto de acabar con su vida. Si aguanta y no pelea, continuará viviendo; si les hace frete irremediablemente lo matarán. Mientras permanezca tumbado no harán por él, pero si se levanta para pelear morirá.
No alejamos del lugar con la pena de ver un animal tan bello como un toro de lidia indefenso y sin posibilidad de ayudarle. Al distanciarmos un poco más, seguidos por algunos de sus compañeros de camada, y ante la distracción de estos últimos, se levanta el moribundo y emprende veloz carrera perseguido por sus compañeros y consigue librarse lanzándose a una enorme y profunda charca. La belleza del animal herido nadando en el centro de la charca para intentar llegar a la orilla es algo inolvidable. La estampa de ese animal, que segundos antes estaba casi agonizante, nadando para salvar su vida, rodeado por sus hermanos de camada esperándole en la orilla para matarle si consigue salir, impresiona por su belleza y entristece por la dureza del ciclo de la vida.
Finalmente, el herido consigue acercase a la orilla y tumbarse en lugar seguro dentro del agua vigilado por sus hermanos. Todos estábamos deseando que permaneciera allí, que recuperase sus fuerzas y no se enfrentase a la camada. Tampoco parecía tener fuerzas para ponerse de nuevo en pie. Pero nos equivocamos. De pronto me sentí como un picador esperando al toro que se arranca desde el centro del ruedo. Un galope elegante con una fuerza impresionante dio paso, antes de que mis compañeros de viaje se dieran cuenta de nada, a un enorme topetazo con el remolque, levantándole del suelo más de 20 centímetros.
Todos salimos de la finca pensando en el futuro que le esperaba a ese toro, todos queríamos encontrar alguna solución para salvar su vida, lamentablemente durante nuestro viaje de regreso nos enteramos que finalmente lo habían matado sus propios hermanos.